Regresando de un día caluroso y brutal de cavar líneas de agua en El Chaparral, un grupo de nosotros eligió sentarse en la parte trasera de un camión. Sobrecalentados, quemados por el sol y con ampollas, solo necesitábamos AIRE. Abril es por lejos el mes más duro físicamente en Chinandega. El calor está en su ápice. La humedad es como una sauna natural. Cuando se mezcla con la cruel promesa de lluvia que se disipa cada tarde, los nervios comienzan a desgastarse.
Aire. Necesitaba aire. ¿Cuándo lloverá… “por favor, por favor, por favor“, me quejé en mi cabeza.
Y entonces me golpeó en mi vista…. amarillo.
Flores amarillas que estallan alegremente en el paisaje. En campos de tierra marrón y reseca, la sed visible de una manera tan cruda, están estos árboles que acaban de estallar en júbilo jubiloso.
Túnicas azafranadas de esperanza.
No florecen a menos que sepan – ¿cómo lo saben?– que pronto llegará la lluvia.
Alimentan a las abejas y colibríes. Pasan su polen y néctar como regalos.
Todo lo demás es marrón… casi petulante en la espera del alivio.
¡Pero estos árboles son BAM! Justo allí exaltado en la esperanza de la lluvia por venir.
Al ver los hermosos árboles, primero pensé: “Va a llover pronto porque estos árboles no florecerán a menos que ellos lo sepan”.” Y el segundo pensamiento que me golpeó fue lo esperanzado que esto me hizo… mi comportamiento completo dio un giro de 180. Sin persuasión. No hay grandes palabras de inspiración. No hay canciones increíbles para levantar mi corazón.
Solo amarillo.
Mientras crecía, mi mamá trabajaba como agente de bienes raíces y me dijo que pusiera amarillo en algún lugar del porche delantero cuando vendiéramos nuestra casa. Una semana después, teníamos 2 personas interesadas. Los artistas usan el amarillo como punto focal. Te atrae y se convierte en el corazón de la pintura.
Entonces, tiene sentido que Dios, quien creó el amarillo, lo use para llamar nuestra atención hacia la esperanza. Me sentí humilde. Y delirantemente feliz… pronto va a llover y esta estación seca y calurosa también pasará.
En nuestras vidas, las estaciones van y vienen. Pero está Dios, estoy seguro con una amplia sonrisa en su rostro, mostrándonos pedacitos “amarillos” de esperanza a lo largo de nuestras vidas. A veces los amarillos son personas, a veces son árboles. Cambiando nuestro enfoque de nuevo en Él.
Quiero ver más esperanza. Quiero fijarme en los árboles que ofrecen como regalo su belleza de junquillo. Y, lo más importante, quiero ser usado por Dios, vaciado en un florecimiento exuberante, para los demás.
Brillante como amarillo.