Hace unos años, aprendí sobre el concepto de hilos invisibles. Algunos pueden llamarlo el espíritu santo o el corazón, pero sea lo que sea, es esta idea de que puedes estar atado a alguien quizás sin siquiera conocerlo. Incluso con tan solo conocer a alguien, sientes esta inexplicable conexión con ellos.
Esteban fue mi primera experiencia recordada de dicho hilo invisible. Lo conocí hace 4 años cuando comencé como pasante en Nica. Hablé alrededor de 7 palabras en español en ese momento, pero incluso en la primera instancia de conocer al pequeño Esteban, sentí lo que ahora puedo describir mejor como recibir un pedacito de hogar en mi corazón.
Al regresar a mi vida normal en los Estados Unidos, cuando pensaba en Nica, pensaba en Esteban. Me preguntaría cómo le iba, cómo le iba a su familia, qué estaba aprendiendo en la escuela. No fue hasta 2018, regresé a Nica para vivir a tiempo completo. Pero nunca vi a Esteban ni a su familia por el barrio, cerca de la escuelita Monserrath, ni en la casa donde vivía su abuela. No lo había visto, pero seguía pensando en él. Fue ese hilo invisible que lo mantuvo entrando en lo que pensé que era una rotación aleatoria de mis pensamientos y oraciones.
No sé por qué existen hilos invisibles ni puedo probar completamente que existan. Pero tal vez sea para recordarnos que nos pertenecemos el uno al otro. Que todos nos acompañamos a casa en esta vida. Quizás con el tiempo, lo sabremos con seguridad. Pero por ahora, en este momento, solo estoy agradecido. Para Esteban, y para hilos invisibles.